01 julio 2012

EL CALAFATE

                               
                      ( Con el mayor afecto a Remedios Ramirez Arcos, entusiasta y fiel lectora de mis relatos )




                     El día ha amanecido espléndido. En un cielo azul turquesa maravilloso, luce un sol radiante en ésta mañana calurosa de julio. El sol magnifica y resalta la multitud de colores con sus variados matices en ésta mañana veraniega de Ceuta. Ésta bendita tierra que tiene una luz insuperable y única en el mundo. El mar azul, besa, acariciando con mágico vaivén, vez tras vez, la orilla de la pequeña playita en la cual está situado el pequeño varadero de la Almadraba. Un pqueño espolón que se extiende unos metros mar adentro, sirve como pequeño muelle a las diversas y variopintas embarcaciones que atracadas y amarradas en él, son mecidas en suave balanceo por la marea, que como maternal mano invisible, mece dulcemente, tiernamente cual amorosa madre, las pequeñas cunas marineras.
                    A lo ancho y largo de la playita se extienden numerosas embarcaciones, muchas de ellas con la quilla señalando hacia el cielo en espera de ser restañadas las heridas sufridas con el quehacer diario de la mar.
                   En un rincón de la playa, entre cepillos, formones, garlopas y otras herramientas propias de su oficio, el viejo calafate repara con infinita paciencia y manifiesto amor una pequeña barca. Sus manos parecen acariciar con infinita ternura la sufrida madera. Cual experto cirujano, sus dedos palpan y recorren una y otra vez la carcomida y deteriorada madera en busca del mal al cual extirpar. El calafate, hombre curtido por los años y cuya noble y egregia cabeza hace ya mucho tiempo fué bendecida por la insigne corona plateada de la edad, está ensimismado en su trabajo. Ni siquiera es consciente del tórrido sol que se abate sobre la arena. La luminosidad de la luz solar es amortiguada para sus ojos a través de los oscuros cristales de sus lentes, envolviendo su expresiva mirada en un halo de ternura y cariño hacia lo que está haciendo. Está concentrado, ensimismado en su trabajo, hasta tal punto, que no es consciente que desde hace un buen rato su trajín diario es objeto de contemplación y observación por parte de los curiosos e inquietos ojos de un pequeño, que resguardado en la sombra protectora que le ofrece unas cajas y unas redes, hace ya bastante rato que le viene observando con enorme espectación.
                   El niño, sentado en actitud contemplativa, tiene recogidas las piernas alzando las rodillas hasta la altura de su barbilla, la cual apoya en ellas y le permite observar cómodamente todo el quehacer del veterano calafate. El pequeño parece tener unos cuatro o cinco años de edad, aunque el brillo que luce en su  escrutadora mirada, parece hacerle mayor. Su piel es morena y el negro color de su rizado cabello contrasta con el azul-cielo de sus expresivos ojos. Está vestido con una especie de camisa o camisón que cubre su frágil cuerpecito y sus pequeños pies están calzados con unas rústicas sandalias. Sus manitas, pequeñas pero ágiles, mueven sus deditos como llevando el compás que va marcando el calafate al deslizar la tosca garlopa por la madera
                  Debido al calor y al esfuerzo del trabajo, el viejo calafate ha hecho un alto en su quehacer y se dispone a encender un cigarrillo mientras pasea su mirada, limpia, serena, tranquila en todo su alrededor. Es entonces cuando se percibe de la presencia del pequeño que tan atentamente le observa.

                -- ¡ Hola pequeño! ¿ Qué tal ? ¿ Te gusta el trabajo que estoy haciendo ?

                El chavalín, antes de responder le sonríe tiernamente, dulcemente.

                -- Mucho, además........ se ve que usted disfruta con su trabajo. Parece que acaricia y mima la madera.......

               -- ¡ Hombre, me alegro de que hables así ! Es más, me sorprende, que a tu edad seas consciente de mi forma de trabajar, pues no todos se fijan en la manera de desarrollar el trabajo y el cuidado con que hay que tratar el material que tienes entre las manos. La madera es muy delicada y al mismo tiempo muy agradecida, es por eso que si la tratas bien, ella lo agradece, aunque no lo haga con palabras...

                 El pequeño se ha levantado y se acerca al veterano artesano y le mira directamente, fijamente. Su mirada, pura y limpia, llena de confianza y respeto, recorre el rostro curtido por el sol y la brisa marinera del viejo calafate. Parece que es la relación de un nieto con su abuelo.

                -- Se ve a la legua que uste ama su oficio. Que lo desarrolla poniendo todo el corazón y sabiduría en él. Le vengo observando desde hace un buen rato y diría, que pone el alma en ello


                  La mano diestra del calafate acaricia con verdadera ternura la cabeza de su pequeño admirador, introduciendo sus dedos entre los bucles del cabello de una forma amorosa y delicada.

                 -- ¿ Sabes que me sorprende tu desparpajo y tu forma de hablar ? ¿ Cuántos años tienes ?

                -- En diciembre cumpliré los seis

               -- ¿ Y, cómo te llamas, pequeño ?

               -- Jesús.

              -- Encantado de conocerte Jesús. Yo me llamo Juan.

              -- Ya lo sé. como le dije, hace rato que lo observo. Pero hace tiempo que sé de usted y de su trabajo.

               Una mueca de asombro y estupefacción recorre el rostro de Juan.

               -- Así que sabes de mi trabajo e incluso mi nombre. ¿ Es que vives aquí en la Almadraba ? Porque la verdad, tu carita no me suena. ¿ De quién eres familia ?

              -- Vivo aquí detrás, al borde de la carretera. Mi madre se llama María y todas las mañanas vengo a jugar aquí a la playa. Me encanta el mar.

              -- ¡ Bueno, bueno Jesús ! Resulta que me conoces. ¿ Supongo que tu madre sabe que andas por aquí ?
              -- Desde luego, Ella siempre sabe donde estoy.

              -- Te lo digo para advertirte que puede estar intranquila y preocupada, pues la carretera está muy transitada y es peligrosa de cruzar.

              -- No se preocupe Juan, como le dije, vivo detrás de esas casitas, al borde mismo de ésta parte de la carretera, por eso no hay peligro alguno, ya que no tengo por qué cruzarla.

              -- Eso me tranquiliza mucho, pequeño. Toda precaución es poca. Además, veo que eres un niño muy bien educado y respetuoso con tu madre y tus mayores. Eso te honra.

              El pequeño Jesús se ha acercado a la barca que está reparando Juan y pasa su pequeña mano, acariciando la parte de madera que hace un momento ha suavizado la garlopa.

             -- Cuando sea mayor, yo también seré pescador....

            Estas palabras han sido pronunciadas con rotundidad, con firmeza. Dichas con esa seguridad aplastante propia de persona mayor, pero que en la boca de un niño, ha provocado un fuerte impacto en el veterano calafate. Tal afirmación le ha hecho estremecerse. Ha sentido que más que un presagio o vaticinio, lo que ha escuchado es una sentencia. Un extraño escalofrío le ha recorrido el cuerpo. Antes de responder mira la expresión firme, segura y severa en la carita de Jesús. El pequeño ha extendido su mirada hacia un punto indeterminado del horizonte marino. Su mirada parece abarcar el infinito. Como si quisiese atravesar el tiempo y el espacio. Algo especial hay en las palabras del pequeño. En su énfasis en pronunciarlas.

             -- Duro, muy duro es el oficio que quieres elegir para tu futuro. Un trabajo muy digno y honrado, pero poco gratificante.

             -- No es la gratificación remunerada lo que espero encontrar en ello, sino la satisfacción del deber cumplido y realizado. ¿ Es que acaso la satisfacción personal, la que te ha llevado a tí, amigo Juan, a realizar tu trabajo con auténtico cariño y dedicación, te ha hecho rico en dinero ?

            -- Es que yo, aunque marino en ocasiones y vinculado a la mar casi toda mi vida, no puedo decir que haya sido precisamente pescador.

           -- Ya lo sé, Juan -- la voz del pequeño ha interrumpido el intento de alegato persuasorio del veterano calafate -- Sé que no has sido lo que se dice pescador en el sentido completo de la palabra. ¿ Pero a que el cariño y la satisfacción del trabajo bien hecho, te ha recompensado más y mejor que el dinero que hayas podido percibir por ello ?

            -- Tienes toda la razón, pequeño. Muchas, muchísimas veces ni siquiera he percibido una sola peseta por faenas realizadas. Y otras muchas, me he visto desesperado para poder cobrar el trabajo realizado, pero eso sí, el trabajo lo he efectuado a conciencia y sin pensar si iba a cobrar o no. Una vez terminado, me he sentido orgulloso y más que satisfecho de la reparación efectuada. Puedo decir que me he sentido feliz. Eso es, feliz se puede decir. Aunque pasara apuros económicos.

              Una tierna sonrisa se ha extendido por el rostro de Juan. A su mente ha acudido en verdadero tropel una auténtica avalancha de recuerdos, muchos de ellos casi olvidados por el transcurrir de los años. El pequeño Jesús ha reavivado el fuego de los recuerdos. El recordar es volver a vivir. Ahora, es la mirada inocente y sencilla del pequeño Jesús la que ha creado un interrogante en el ambiente.

              -- Verás pequeño. Hace ya muchos años, yo jugaba como tú en éste mismo lugar. Acompañaba a mi padre en éste mismo trabajo, el cual aprendí de él. A su lado fuí conociendo y perfeccionando todos sus secretos. Fuí escalando todo el aprendizaje hasta llegar a ser un buen carpintero de ribera o calafate, pues de las dos maneras se pueden llamar a éste oficio que durante tanto tiempo he ejercido. Siempre lo he desempeñado con auténtica devoción y la verdad es que siempre me he sentido muy orgulloso de él. Con el servicio militar, siguió mi vida ligada al mar, pues serví en la Marina. Mas tarde me casé y para ganar el sustento necesario para mantener mi familia, me tuve que embarcar en un carguero, recorriendo como aquel que dice, medio mundo. Harto ya de navegar y más que nada el estar alejado de la familia, me hizo poner los pies en tierra firme y decidí afincar mi vida y la de los mios en tierra. Seguí mi contacto eterno y permanente con el mar o con algo relacionado con ella, pues entré a trabajar en unos astilleros. Pasaron los años y llegó la hora de jubilarme. Afincado en una tierra lejana y muy diferente de mi Ceuta natal, siempre he sentido la nostalgia, el calor y la luz de ésta bendita tierra. Siempre me ha faltado algo que me impedía ser totalmente feliz. Tuve la suerte de rodearme de paisanos y amigos que me ayudaron a sobrellevar el peso de la notoria ausencia de mi Ceuta del alma. He tenido la oportunidad de volver a mis raices y aquí estoy, de nuevo en mi Ceuta y desempeñando mi oficio como una distracción más que como un sustento. Pues como te he dicho, hace ya, muchos años que estoy jubilado.

              Durante ésta gran parrafada que como un torbellino ha salido de la boca de Juan, el pequeño Jesús ha permanecido en silencio. Sus vivarachos ojos han sido partícipes del entusiasmo e ilusión con que el viejo calafate ha relatado de forma breve, pero concisa, los avatares de su vida.

            -- Se ve que quieres mucho a Ceuta.

            -- Muchísimo, daría mi vida por Ella -- responde de inmediato Juan -- Ceuta lo es todo para mí

             El cigarrillo casi se ha consumido entre los dedos de Juan. Aún ha dado tiempo de dar una última bocanada. Se ha establecido un pequeño silencio entre los dos amigos. Los dos se comprenden a pesar de la abismal diferencia de edad. Esta pausa es interrumpida por la voz del pequeño que se ha percatado del tiempo transcurrido en compañía del entrañable calafate. Pero tiene que marcharse.

             -- Bueno, amigo Juan, tengo que dejarte. El tiempo ha pasado casi sin darme cuenta, pero me tengo que ir. He disfrutado mucho de tu conversación y me siento muy orgulloso de poder gozar de tu compañía y de tu amistad. Verdaderamente amas. sientes y disfrutas de la labor que desarrollas y que tus manos tan diestramente ejecutan. Parece que más que trabajar la madera, la acaricias, la mimas, la proteges. Como algo personal, íntimo, privado. Es un gozo tu presencia, tu enseñanza. Pero ahora tengo que marcharme. Hasta siempre, mi buen amigo. Feliz tarde. ¡ Adios !

                El pequeño ha emprendido una veloz carrera, serpenteando entre las diversas embarcaciones varadas en la playa. Cual ágil gacela su esbelta figura se pierde en la lejanía. antes de que Juan pueda reaccionar, el pequeño ya se encuentra muy lejos. A pesar de la distancia, que hace imposible que le pueda llegar el eco de su voz, el veterano calafate envía su despedida voz en grito

                -- ¡ Adios pequeño ! ¡ Hasta mañana !

                   Apenas han transcurrido unos segundos para que desapareciera en la distancia la frágil y airosa figura del pequeño amigo, otra figura más conocida y familiar se va aproximando más lentamente. Su silueta es inconfundible. Se trata de Ana, la mujer de Juan.

                    -- ¿ De quién te despedias tan ardorosamente ?

                   -- Del chavalillo ese que va corriendo y que te has cruzado ahora mismo con él, a la entrada del varadero.

                  -- Que yo sepa, no me he cruzado con nadie.

                  -- Sí mujer, se llama Jesús y es un chiquillo la mar de simpático.¡ Lástima que con las prisas no me ha dado tiempo decirle a la hora que mañana me puede encontrar aquí ! Cuando lo conozcas, seguro que te encantará

                   -- Mañana es muy difícil que te encuentres tú aquí. ¿ Olvidas que mañana es 16 de julio ? El día de nuestra Virgen del Carmen.....

                   -- ¡ Caray, es verdad ! Es festivo y hay que preparse para los festejos y para la Procesión de Nuestra Señora. Bueno, ya volverá otro día y para entonces le voy a hacer una pequeña barquita para que juegue con ella. Se lo merece por lo vivo y cariñoso que es el chaval. Seguro que te encantará cuando lo conozcas.

                    -- Bueno, déjate de cháchara y volvamos a casa. Esto de tener que venir a avisarte que el plato ya está en la mesa........

                   -- Perdona mujer, pero es que hablando con el chaval, se me ha ido el santo al cielo y ni siquiera me he dado cuenta de la hora que es......

                   Entre disculpas y reproches, el anciano matrimonio emprende el regreso a casa. El sol sigue brillando con majestuosa presencia en el azul del cielo. ¡ Ojala que mañana amanezca un día igual de espléndido.........!




                                                                     II


                  Efectivamente, el Día de la Señora se ha despertado deslumbrante. Los cohetes han alertado con sus secos y estrunduosos estampidos a los habitantes de la Almadraba. Un alegre pasacalles recorre la humilde barriada, llevando la alegre música hasta el más recóndito lugar. Muchos vecinos aún están algo aturdidos porque la noche anterior en la popular verbena, han abusado algo de la sangría y del popular cubalibre. Si a eso añadimos lo intespectivo de la hora de retirarse a descansar, eso explica la renuncia a dejar la cama. Pero costando más o menos esfuerzo, todos, absolutamente todos, se preparan para vivir con gran alegría y júbilo éste significativo día.
                 La mañana se ha ocupado entre diversas competiciones de natación, cucañas, carreras de saco y otras actividades similares. El medio día ha reunido a todos en una bella confraternización alrededor de una magnífica y sabrosa paella. La sobremesa se ha extendido entre cafés y copas hasta aproximadamente la seis de la tarde. Ahora se está aproximando el momento más deseado por todos. La salida procesional de Nuestra Señora la Virgen del Carmen.
                  Antes hay que asearse y cambiarse de ropas. La ocasión lo exige, pués en el interior de todos los presentes, quieren estar límpios de cuerpo y alma ante los ojos de la Reina de los Mares. Un gran gentío se va congregando en los alrededores de la pequeña capilla. La banda de música está presta para acompañar el sencillo trono procesional, que portado por abnegados y humildes hombres de la mar va a recorrer las principales calles de la Almadraba para por último, cruzando la pequeña playita del varadero, será introducido en el agua. Momento álgido de la procesión, donde la Virgen es mecida dentro del mar al mismo tiempo que miles de flores son arrojadas al agua en Honor a la Patrona Marinera y en sublime recuerdo de las personas fallecidas en los siete mares. La multitud para presenciar éste hermoso espectáculo es enorme. A los vecinos de la Almadraba, no solo se le han añadido los convecinos de las Barriadas Juan XXIII y O'Donnell, sino que hay que sumarles los muchísimos llegados de todos los puntos de la Ciudad.
                 Desde la barandilla de mampostería colindante a la entrada del varadero, Juan y Ana aguardan impacientes junto a otros muchos devotos el poder presenciar tan entrañable espectáculo. La banda de música ha empezado a interpretar la Marcha Real. En éste momento se inicia la salida de la Señora de los Mares.

                 -- Ana, te puedes figurar que en todo el santo día, no he visto al pequeño que estuvo ayer conmigo.

                 -- ¿ Qué pequeño ?

                 -- Qué pequeño va a ser. Jesús, el niño que se marchó ayer, instantes antes de llegar tú.

                 -- Te dije y te repito que yo no ví a nadie. Además, ¿ qué madre iba a dejar ayer en plena solana a su hijo haciendo compañía a un viejo chocho como tú ?. Eso es imposible.

                -- ¿ Acaso crees que lo imaginé o soñé ?¡ El chavalillo me hizo compañía un buen rato! -- la voz de Juan se ha alterado notablemente -- ¡ Soy viejo , pero no chocheo !

                 -- Bueno, tengamos la fiesta en paz. No me des la tabarra con el "niño invisible ". Ahí viene la procesión, así que no me distraigas.......

                  Juan, se ha puesto de pié y se esfuerza por ver el paso procesional que entre multitud de cabezas, destaca sobre el ocaso del sol que a lo lejos va cayendo lentamente, muy lentamente, vistiendo de oro viejo toda la magnífica escena. El trono está en plena línea con el cénit del ocaso solar, siendo imposible distinguir claramente la imagen de la Virgen. Hay que esperar unos metros más de recorrido para que el sol ya no moleste la visión. En éste preciso momento, la venerada imagen ha llegado a su altura. El capataz da las órdenes oportunas y los forzados costaleros empiezan a girar el paso hacia la entrada al varadero. La gente se persigna emocionada ante la Madre de Dios. Otros lanzan flores. Otros gritan vivas a la Virgen. Otros sencillamente alzan la vista gozosa ante la venerada imagen. Juan es uno de estos últimos. Lo primero que ve son las flores que adornan el trono. Después la Señora con su corona de flores y su manto que está compuesto por una humilde y sencilla redecilla marinera.
               Unas enormes lágrimas brotan de los ojos de Juan. Su cuerpo se estremece ante la indiferencia de los que le rodean. Ana es uno más de ellos. La mirada de Juan, tierna, amorosa, ha quedado prendada en la Señora. Una enigmática sonrisa ha acudido a su rostro. Siente que un nudo le aprisiona la garganta. Quiere gritar y no puede. Quiere decir, y no tiene voz. Una muda oración sale de su corazón y lo transmite a través de su mirada.

             ¡¡ El Niño que lleva la Virgen sujeto en su brazo izquierdo, es el pequeño Jesús, que ayer por la mañana le dijo que sería pescador de mayor !!

             Juan ha caído de rodillas, mientras una paz infinita le invade plenamente. Ahora se ha hecho la luz completamente en su interior. El pequeño Jesús. Su madre, María. Su desparpajo y sabiduría en un ser tan pequeño. Pescador, sí, pero no de peces, sino de hombres. De almas.

             -- ¡ Gracias, muchas gracias, Dios mío !

            -- ¡ Juan, Juan ! -- la voz de Ana le interrumpe en su ensimismamiento -- ¿ Por qué lloras ? ¡ Estás pálido ! ¿ Te encuentras bien ?....

            -- Sí, sí. Muy bien. No te preocupes. Me encuentro perfectamente, como nunca lo he estado.

            Los labios de Juan han permanecido sellados ante su íntimo secreto. ¿ Para qué hablar ? ¿ Para qué dar explicaciones ? Nadie le creería. Le tomarían por loco. No, es mejor callar, guardar silencio. Ese será su gran secreto, su íntimo tesoro. No lo compartiría con nadie. Juan mira al cielo dando las gracias con su mirada.
           ¿ Azar ? ¿ Ilusión ? ¿ Imaginación ? ¿ Milagro ?......
   
           Todo es posible en ésta bendita Ciudad de Ceuta.


                                                                F  I  N
             


               




4 comentarios:

  1. Anónimo3:48 p. m.

    Paisano, eres único. He llorado y reido con el Calafate. Es una historia tierna,bonita preciosa. Te doy la gracias y muchos besos en nombre de Ceuta y de todos los Caballas. Gracias, muchas gracias por hacernos tan felices a los que ya peinamos mas que canas. Maria Teresa Salou Tarragona

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  2. Anónimo9:18 a. m.

    Muy bonito,, pero el niño para tener cinco años habla como si fuera un catedrático, por lo demás, me ha gustado mucho, mi abuelo y mi padre fueron calafates en San Amaro, es un arte que por desgracia se está perdiendo.

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    1. Anónimo11:54 a. m.

      Querida paisana, según los Evangelios, el niño desapareció y lo encontraron en el Templo discutiendo con los sabios y eruditos.........Un saludo. Ofelio

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    2. Anónimo7:27 p. m.

      MARAVILLOSO RELATO GRACIAS UNA CABALLA QUE AÑORA SU TIERRA Y QUE SU NIMBRE ES CARMEN

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