01 septiembre 2012

AMIGOS

(Con verdadero cariño a  Miguel Martinez Gonzalez, amigo y hermano)

                        Suele ser el otoño de Ceuta suave y acogedor, de brisas templadas, bañadas de soles rubios, con atardeceres de bellas tonalidades, aromados por vientos que besaron mar, eucaliptus y pinos.

                        La tarde se va extinguiendo lentamente en suaves desmayos de luces malva y rosa, proyectados por los últimos rayos de sol hundido con celajes rojos y besado al fín por el lucero de la tarde que con sus azules y verdes aristas anuncia la llegada de la noche enigmática y venturosa.

                       Cae la tarde, sobre la silueta del Monte Hacho aparece la novia de Ceuta, la luna llena. Teñida en oro elevándose como ofrenda hacia la altura mientras el cielo se va tachonando con millares de estrellas. Se vislumbra una noche plácida y serena. La silueta del torreón sobre el Foso recorta sus piedras centenarias sobre un fondo rojo intenso semejando un telón de efecto escenográfico. Enclavado en la muralla, con tenue luz, resalta el Cristo del Puente, en su Cruz y envuelto en majestuosidad soberana. Una  mujer entre otras, se arrodilla reverente ante el reclinatorio de dura piedra musitando una íntima y sentida oración. Mira al cielo, inclina su frente emocionada y besa con profundo amor la reja bendita para elevar con más pujanza su espíritu a Dios.

                      Éste sublime espectáculo es observado a media distancia por dos siluetas que reposan sus cansados cuerpos en una de las barandillas de frío hierro que como balcón sobre el Foso se ofrece a cuantos visitan éste entrañable rincón. Bajo sus pies el agua abraza las murallas. El lugar, con los años se ha transformado.......... a peor. Se ha pretendido hacer una prolongación de la muralla sobre la calle y las aceras, llenando de cemento y sombras lo que antes era luz y color. Hasta hace pocos años, existía un  pequeño y acogedor jardín, con bancos de madera bajo espléndidos árboles que invitaban a sentarse y contemplar en la intimidad al Cristo Redentor. Ahora, Nuestro Señor ha quedado semi-oculto en su hornacina. Como si se intentase ocultar el fervor religioso de Ceuta. Como si nos avergonzáramos de nuestras raices cristianas. Algo tan intrínsico que se ha pretendido transformar en un ardite..........

                      Las dos siluetas permanecen quietas, ancladas en el tiempo. Son dos entrañables y viejos amigos que en sus ya también transcurridos otoños de sus vidas, contemplan y mantienen en la retina de sus ojos todo cuanto sucede a su alrededor. Ambos saborean el espectáculo. Sus ojos han visto de todo. Sus corazones, curtidos en mil batallas, sienten y aman éste lugar. Ésta bendita tierra en la que vieron por vez primera la maravillosa luz de éste rayo de España en África. Las calles y plazas donde jugaron de niños, sitios y lugares - por qué no - donde realizaron y llevaron a cabo sus travesuras. Los dos son "caballas de pro". A los dos les trató la vida por un igual. Ambos han sentido en sus carnes el verse obligados a abandonar su querida Ceuta y sufrir su ausencia durante años, muchísimos años. Amigos desde la infancia, la vida les separó y les llevó paradójicamente muy lejos del lugar que les vió nacer. Se afincaron en otra tierra lejana y extraña. En otra tierra, que aún dentro de los límites geográficos de nuestra amada y variada España, difiere en muchísimo, a la forma de ser, sentir y vivir de ésta joya marítima que recibe el sobrenombre de Perla del Mediterráneo. Estos dos hombres, estos dos "caballas", estos dos amigos, como muchísimos otros más, emprendieron individualmente el vuelo de sus existencias. Separados por el destino y sin saber absolutamente nada uno del otro, continuaron por las sendas de sus vidas, amando, sufriendo, riendo y llorando. Éxitos y fracasos fueron curtiendo sus carnes y templando sus espíritus. Aunque distantes entre sí, en ambos seguía brillando viva, muy viva, la llama del amor eterno hacia su Ceuta. Hacia su Virgen de África. Hacia sus amigos, conocidos y familiares que se quedaron aquí. La añoranza y tristeza de la separación, sólo paliada por las anuales y no siempre posibles, vacaciones veraniegas.

                 Pero he aquí, que la Divina Providencia, actuando bajo el manto acogedor y protector de su Virgen de África, les unió de nuevo mediante la Casa de Ceuta en Barcelona. ¿ Casualidad ? ¿ Azar ?....No se puede afirmar ni desmentir nada. Lo que es cierto que la amistad, tiempo y espacio, se fundieron y juntaron de nuevo a dos seres entrañables. Y fué precisamente entre paisanos y amigos. Precisamente en la cosmopolita ciudad de Barcelona.

                Ahora, en el tramo final de sus vidas, cuando el transcurrir de los años ha encanecido sus egregias cabezas, los dos amigos han vuelto a sus orígenes. Han regresado al punto inicial de sus existencias, sintiendo la imperiosa necesidad de respirar y sentir el aroma marinero de la tierra propia y con el oculto deseo de ser cobijados en sueño permanente y eterno bajo el amparo de su tierra "caballa".

              Diego y Antonio - que así se llaman estos dos personajes - permanecen estáticos, en completo silencio. Los cigarrillos, que más que fumar saborean, casi se han extinguido entre los dedos de sus manos. Sus miradas permanecen fijas en el iluminado Cristo del Puente. Aunque fijo el mirar, parecen ausentes. Absortos en la contemplación casi mágica del lugar y del momento, se dirían que están en éxtasis.

            - ¿ En qué  piensas, Diego ?

            La repuesta tarda unos segundos en llegar. Diego, como despertando bruscamente de un profundo sueño, parece como si tratase de poner sus muchos pensamientos en perfecto orden para dar una respuesta concreta, concluyente. Sabe que la pregunta de su amigo Antonio no es de naturaleza fiscalizadora. Pero quiere dar una sóla respuesta concreta a las muchísimas, que como aluvión han acudido a su mente al escuchar la pregunta de su amigo.

            -- Cientos, tal vez miles de veces he pasado ante éste Cristo del Puente. De día y de noche. Andando o en autobús. Sólo o acompañado de amigos. A veces, con prisas locas. Otras, en tranquilos paseos. He reparado muchísimas veces en las personas que por una u otra razón, se han acercado al Cristo en demanda de algo o sencillamente, a dar las gracias por algo concedido. Muchas veces, sobretodo mujeres, bien entrada la madrugada, sin importarles la hora ni la climatología. Se con certeza que muchas lo han hecho por cumplir una promesa. Otras, sencillamente por querer hablar con Dios, porque tal vez, no se han atrevido o podido hablar con alguien. Y otras, porque no han tenido a nadie que les escuchase. Como te digo, querido amigo, muchas, muchísimas veces he pasado por aquí, por ambas aceras y en las dos direcciones........... sin embargo........ no recuerdo haberme parado yo, conscientemente a visitar, saludar o rezar ante ésta imagen tan querida. No se con certeza si lo he hecho o no........

               Diego ha quedado en silencio. Lleva el cigarrillo a los labios y exhalando una pequeña nube de humo, fija sus ojos en ella, como queriendo encontrar en su interior la exacta respuesta.

               -- Es curioso, pero no consigo concretar. Casi te diría que me siento culpable de no haberlo hecho. Sabes que he cometido multitud de travesuras......... Que he perdido perdón muchísimas veces por mis meteduras de pata. Pues bien, creo que ante éste paciente y amoroso Cristo, nunca jamás me he acercado a implorarle perdón o sencillamente, saludarle...........


( CONTINUARÁ ..... )

4 comentarios:

  1. Anónimo9:18 a. m.

    yo, tambien siento lo mismo pero, nunca es tarde para rezar

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  2. Anónimo4:16 p. m.

    Maravilloso, Ofelio. Comentando con mi hermana nos vemos reflejadas ante ese nuestro querido Cristo.Esperamos impaciente la continuación ya que eres un artista y nos mantiene en vilo.Un beso enorme. Maria teresa Reus Tarragona

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  3. Una de tus mejores "Entradas" para mi gusto Ofelio, espero la segunda parte.Un beso.

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    1. Anónimo2:29 p. m.

      Querida Catalina, gracias por tus palabras. Pero tendrás que esperar no la segunda, sino tercera o cuarta parte. Un besote. Ofe

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